Una historia Parte II

Para cuando termine la preparatoria, el camino ya estaba trazado…

Había cumplido satisfactoriamente mis materias y había demostrado tener aptitudes para la ciencia, concretamente Matemáticas y Física, varios concursos y cursos especializados impartidos por la universidad para competir con otros tipos en otros estados, gracias a que había ganado en los primeros lugares un par de concursos estatales.

Así sin terminar siquiera la preparatoria, ya conocía a muchos de mis futuros profesores y compañeros de clase en la universidad.

La historia siempre me hizo sufrir, no me gustaba eso de tener que aprender nombres, actos, y cuestiones por el estilo, siempre he tenido muy mala memoria.

Yo siento que quizás por eso prefería las Matemáticas, no tenía más que confiar en el poder de la deducción, para rellenar mis inseguridades de memoria, por eso trate siempre de captar su esencia.

Así que cuando termine la preparatoria solo me entregue a lo que ya estaba de cierta forma acostumbrado.

Mis primeros años fueron fructíferos, y llenos de trabajo arduo, obsesionado con sacar buenas notas, y ser el mejor de clases, pero llego el momento en que la situación económica en mi hogar ameritaba que tuviera un trabajo eventual, ya de menos para sostener mis estudios.

Así llegue a mi primer empleo como cargador de equipo de audio, en grupo para fiestas. Los viernes y sábados, eran para trabajar desde temprano, hasta que el evento terminara.

Me gustaba el esfuerzo físico, a horas de la madrugada, el arte de ecualizar, la camaradería con los músicos, y las sonrisas de complicidad con las hermosas cantantes, la quinceañera, o hasta la futura esposa o las invitadas. ¡Había cerveza gratis en abundancia!.

Así lentamente mis compromisos con el trabajo, los problemas familiares fueron remplazando mis ganas de estudiar, mis notas iban en picada, comencé por primera vez a probar el amargo sabor de repetir, y mantenerme como al margen.

Recuerdo una vez que la escuela preparatoria donde había estudiado, se me hizo llegar una invitación, para hacerme una distinción por ser alumno destacado en su 6to aniversario de fundación, -me sentía tan indigno, en dicho evento-, tras promesas solemnes hacía mi mismo que trataría de dar mi mejor esfuerzo, para cambiar mi nada agradable futuro.

Pero ya estaba en muy mal estado anímico, las depresiones hacían los suyo una y otra vez, y yo solo podía refugiarme en el consuelo momentáneo que daba mi buen amigo el alcohol.

Entre sus brazos tuve la fortaleza de reírme de nuevo, de soñar, de ser atrevido, de creer en mí.

Como de pronto algún profesor me advirtiera: ¡cuida el tren! por que cuando se va, se va…

Como en el fondo existe ese perfeccionista que le hubiera gustado llevar su vida de forma perfecta desde un inicio.

Muchas veces leí a Nieztche en estado de ebriedad en la soledad de mis cuatro paredes, y sentí la fuerza de sus palabras, (creo que más bien me estaba volviendo loco).

Mis padres disgustados, pero a mi me importaba un comino…

Solo quería que el mundo girase, mientras perdía el conocimiento, al ritmo de estridente música…

Solo para cuando no quedo mas remedio abandone esa vida, o moría o trataba de dar otro esfuerzo, le di la espalda, y me refugie en los brazos de los perdidos, similares a mí.

Y ahí pude tener otra oportunidad, cuando la derrota estuvo completa.

Bajo el primer año de recuperación pude retomar mis estudios, pero el sueño de antaño como que ya no persiste…

Y que decir que escribir pequeños esbozos de una historia casi olvidada, una vida que ahora se torna floja, y se abandona en sueños emergentes que a menudo le abandonan para convertirse en basura.

Pero como antes, ya cuando se esta cansado de esta situación, no se esta presto a tomar acciones, no se esta dispuesto al sacrificio, de lo que no se quisiera hacer, el miedo a que tus sueños estén al alcance de tu mano, el miedo de hacer los ajustes.