Recuerdo que una mañana hace como 16 años más o menos, mientras esperaba en la terminal de autobuses de San Luis Potosí, me llamo la atención cierto joven que venia con quien presumo su madre, y sus hermanos pequeños, mire de reojo y recordé parte de mi vida en la juventud, así me vería a mi mismo, en otra época de su misma edad, cuando mi madre escapaba de mi padre, por los múltiples maltratos. El golpe de la imagen en mi, me catapulto a mi propio pasado…
En aquellos días, viajaba de cuidad en cuidad, por mi trabajo, que consistía en motivar a la producción a los obreros.
En esa época, la gente no era tan desconfiada como en estos días , y como para calmar el tedio del viaje acostumbraba platicar un poco con los demás viajeros, y es que tampoco se exhibían películas como el día de hoy.
Perdido en pensamientos de mi pasado errante, oí la voz del copiloto de la Terminal, que nos invitaba a abordar el autobús con rumbo a Morelia, -sin escalas- recalcaba.
La joven familia de las que estoy relatando pareció interesada, al parecer tomaríamos el mismo autobús…
Ellos subieron primero, el joven como de 13 años, con un rostro que no podía mas que demostrar su inconformidad, por estar en ese lugar…(sin duda la primera impresión de ser un caso similar al mió, se reforzó con esta imagen), pensé en esperar a que se acomodara en su lugar, para después situarme a su lado no en el mismo banco, pero si muy cerca.
Note que apresuradamente que el joven sacaba de entre su mochila, como desesperamente una libreta, y un bolígrafo, y un pañuelo cuidadosamente envuelto en una bolsa de plastico. Le veía discretamente para no incomodar, veía como sus ojos se llenaban de lagrimas silenciosas, como apurado a captar lo mas que pudiera de una cuidad, que amaba, que sabia no volvería a ver en muchos años, mientras el autobús recorría el trayecto para salir de la cuidad su rostro pasaba por las mas diversas expresiones, unas de alegría, otras de tristeza.
Yo estaba totalmente cautivo recordando mi pasado, como en aquellos momentos, yo alguna vez..
Su imagen me llenaba de cierta comprensión, de una nostalgia perdida hace años por la vida que llevaba en aquellos momentos, que trascendía por la imagen de mis hijos esperándome, el perro mi esposa. Eso me reconfortaba, en aquel entonces.
Ese día tenia ganas de contarle una historia aquel triste joven, de adaptar un discurso motivador de lo que yo creía era su problema. Sabia lo que es sufrir en tierras lejanas a quien lo vio nacer a uno, un lugar donde los vínculos desaparecen junto con tu pasado, las caras amistosas se pierden, y aun que uno, insita en recordarlas por siempre, en mantenerlas intactas, añorando desde el mismo comienzo del viaje separador al reencuentro, las posibilidades de diálogos, de un futuro que un no existe, abrazos sin soltar aquellos que no puedes dejar de amar, amigos de la infancia inigualables, con aquellos que construías fortalezas de piedra y lodo, con a aquellos, que un sábado por la noche, jugaban al famoso bote pateado, a las rizas interminables, la caída del solo sobre el horizonte, la enormidad de la luna… los días que las inmensas bolas de espinas desérticas paseaba rodantes por las calles en días de viento fuerte.
Me vino una sonrisa al rostro, todo aquello había quedado sepultado, en muchos ayeres.
Seguí mi juego de observador, el joven, -escribía, miraba el paisaje, borraba, se tocaba la cabeza, borraba, regresaba a escribir-.
Yo no podía interrumpirle, sus momentos se me atojaban, religiosos, incapaz seria yo de arrancarle su atención, solo podría divagar, quizás ya escribía una carta a su primer amor, quizás a un amigo, un primo, ¡que se yo!, un poema, el relato de su triste partir, un vistazo al futuro que no quería enfrentar, una carta a dios, una carta para si mismo…
Lentamente al transcurrir el tiempo el paisaje pasaba de desértico a algo más bondadoso, con maleza, y de vez en cuando un caprichoso árbol, solitario, para transformarse luego en un bosque. Al pasar de las horas nuestro joven, dormía, con una libreta en su pecho, y en otra con gran cuidado un pañuelo de tela…
De su familia solo podría decir, que la inocencia de una niñez, impedía que los demás sufrieran, quizás ellos pensaban en un reino de chocolates, en un reino de hadas, quizás creían que eran una vacaciones…
La mama estaba bastante triste, estaba perdida en sus propios pensamientos, también reflejaban un pequeño dolor…Que no supe leer, no supe imaginar que pasaba por ahí…
Solo recordaba a mi madre una mujer golpeada, con un gran amor propio, que supo en su momento escapar, de los enfermizos brazos de mi padre, celoso, y machista…
Largo tiempo dure en trascender esa imagen y otorgar un perdón, quizás el joven que observaba un día tendría que hacer lo mismo. Confiaba en que ese rostro reflexivo que un día, le otorgara la felicidad de un ¿Por qué?, con su respuesta.
Ahora que ya soy un viejo maduro, y llenos de canas, y arrugas, ese recuerdo del joven viajero, ha venido desde lejos a tratar hacerme una vieja pregunta, ¿donde estará ese joven que si viviera seria hoy todo un adulto?, ¿que escribiría ese día en sus paginas?.
En fin así soy, un soñador, como un director de película, así he llenado mis días y he vivido otras vidas. Ahora con el beso de mi hija, tan hermosa como su madre ,- quien ya no esta entre nosotros, y un gato cuya sangre corren generaciones de roroneos a mis piernas, el aroma de mi jardín colándose por mi ventana.
El peso de recordar me tumbará hoy un poco emocionado, mañana si dios quiere será un bono extra…
Buenas noches diario…
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