Una tarde nublada de principios de enero, pasaba el tenue resplandor del sol a través de las translucidas cortinas, impactando el rostro de un trabajador nocturno.
Pedro habría llegado en su auto al amanecer, pensaba que a lo mejor ya no era Buena idea dormir, mientras con calma hurgaba en sus bolsillos en busca de sus llaves.
Se debatía en aquellos momentos sobre como disfrutar su libertad por las siguientes 16 horas.
En su empleo habia comenzado una jornada de trabajo intensa, por motivo de la renovación de los sistemas.
Como todas las cosas que comienzan, tendria que ir aprendiendo y ajustando la nueva forma de hacer las cosas, y no era el único que tenia una carga extra de trabajo, y bien, había tenido que ceder su día de descanso.
No había cabida a caprichos personales él y sus compañeros lo sabían. Siempre contra reloj, y en búsqueda de la nueva habilidad.
Al fin Pedro abrió la puerta, y al momento entre las sombras asoma su compañero, un gato regordete, lentamente se dirige al almacén, y llena con abundancia el platón, con croquetas, abre el refrigerador, se prepara sándwich, de jamón con queso y una pequeña rebanada de aguacate.
Con la Mirada perdida, mientras come, se embarca en cuestiones de aritmética, ( 8 horas, para dormir menos 16 horas =8 horas de libertad). Lentamente ajusta el sabor de su sándwich, con un poco de picante.
Su naturaleza humana le exige descanso, sus parpados pesan suspira y rápidamente se pierde en un sueño.
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